La terrible experiencia de rodar mi primer cortometraje 🤕

 

Cuando tenía 17 años dirigí y produje mi primer cortometraje. Había escrito ya otras historias antes, pero me había resultado complicado encontrar un equipo con quien rodar hasta entonces, de modo que todas las historias se habían quedado en el papel. El “muy literal” título para este cortometraje fue “Descubre tu lugar en el mundo.” Era una historia de crecimiento personal de un adolescente, contado en términos del realismo mágico; en que un joven indeciso se encuentra en una encrucijada para satisfacer a la gente a su alrededor a la hora de elegir qué estudiar.

Atravesaba una situación parecida en aquel momento, presionada por mis padres, familia, y amigos, para tomar una decisión sobre qué debía estudiar. Yo quería ser cineasta, pero la gente a mi alrededor no lo consideraba una opción real, no pensaban que pudiera ser un trabajo “de verdad”. Además, mis padres querían que yo tuviera un grado universitario, pero las universidades que ofertaban el Grado de cine eran muy caras, y Comunicación Audiovisual no se adecuaba a lo que yo buscaba.

La dificultad para cambiar de opción una vez has comenzado tus estudios universitarios sin perder todo tu progreso, la imposibilidad de encontrar un grado que compatibilizase aquello que me gustaba, y mantener una media alta para mantener las opciones abiertas, me frustraba y estresaba. Además, no tenía el apoyo de mi familia con respecto a mi vocación, porque no tomaban mi interés en serio dado que eran completamente ajenos al sector. Por ello, mi objetivo se centraba en conseguir una plaza en universidades en Estados Unidos con una beca, y estudiar “Film Production” allí, donde se encuentran los mejores centros. Sin embargo, era un proceso difícil y muy competitivo, especialmente para quienes necesitan una beca (el coste medio anual de una universidad en Estados Unidos para estudios de grado para extranjeros es alrededor de 50.000$ al año). Por ello comencé a prepararme a un rendimiento muy alto, esforzándome al máximo y con poco tiempo para ello. Quiero aclarar que en las universidades de Estados Unidos no les importa solamente la nota, sino que también cuenta todo lo demás: tus dotes de liderazgo, el voluntariado, el deporte, etc. Además todas me pedían un portfolio, es decir, una muestra de tus trabajos anteriores para aquello que quisieras estudiar. Los alumnos de colegios estadounidenses cuentan un preparador para orientarles durante este proceso, que dura alrededor de mínimo dos años, pero no era mi caso, ya que me formaba en un colegio concertado donde todo esto les era ajeno. Por eso me era tan importante terminar este cortometraje: tanto expresar lo que atravesaba en aquel momento, como utilizarlo de portfoflio de cara a la solicitud de plaza en universidades y aumentar mis posibilidades de ser admitida con una beca.

Tras aprobar la Selectividad, comencé a preparar la producción. Era productora y directora al mismo tiempo, cosa que fue mi primer gran error, aunque por entonces no lo sabía. De todas maneras, no tenía más opciones, porque no conocía a ningún productor. Por mí misma, encontré 5 localizaciones diferentes, hice un casting que incluía actores adultos, y me hice con material para grabar, todo sin un euro de presupuesto. Pregunté a mi tía abuela, cuya casa cumplía con la estética que buscaba para el corto, que nos permitiese grabar a mí y a mis amigos en su casa. Ella aceptó, pensando que sabía en qué se metía.

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Como era verano, la mitad del equipo con quienes solía rodar estaba de viaje, lo cual me ponía en la situación en que tenía que organizar todo por mí misma. Un amigo mío, que hoy es Director de Fotografía, me prestó sus focos de iluminación. Eran tres antorchas pequeñas, pero pesadas y venían con sus respectivos trípodes. El primer día de rodaje, cogí la gran maleta de focos y me subí a un bus  para llegar a la localización de mi tía abuela temprano, para preparar todo antes de que llegase el resto del equipo. No fui capaz de hacer comida y traérmela, porque entre la maleta y el resto del material ya no podía coger nada más. Decidí entonces meter un kilo de arroz en la maleta, y pensé que con eso podría dar de comer a todo el mundo.

Mi tía abuela me recibió y comencé a preparar el equipo de luz y cámara. Mi equipo comenzó a llegar. Mi tía abuela veía lo que estábamos haciendo y estaba impresionada. La verdad, no esperaba este despliegue de medios y de personas cuando le pedí rodar en su casa. Me preguntó que hasta qué hora nos quedábamos, y cuando le dije que tenía previsto rodar hasta las 10 de la noche, sus ojos se abrieron como platos. “¿Pero no vais a comer?” me preguntó. “Sí,” le respondí, al tiempo que sacaba el paquete de arroz de la maleta. Fue entonces cuando me di cuenta de que la bolsa se había abierto y el arroz estaba derramándose y colándose por todas partes, desperdigado por el suelo. Estaba claro que mi plan de comida había fallido. Por suerte, mi tía nos sacó del apuro ofreciéndose a pagar la comida en un restaurante cercano.

Durante el día el rodaje iba leeeeento. Algunos miembros del equipo estaban distraídos, aburridos, y no colaboraban. Por si esto no fuera poco, el cable del micrófono nos falló y se terminó por romper. Lo tuvimos que enchufar directamente a la cámara, haciendo lo posible para no moverlo para no comprometer la calidad del sonido. Al día siguiente, fui a comprar un cable, pero por algún motivo que aún hoy no comprendo, el nuevo cable hacía un efecto antena y cuando grabábamos, también grababa las emisiones de radio de una emisión cercana.

Durante los días siguientes de rodaje, las cosas no mejoraron. Una de las actrices se olvidó de una camisa, que era parte del vestuario imprescindible para mantener la continuidad. Volvió a casa a por ello, y desde allí me escribió que de repente le había surgido una emergencia y tenía que irse a otra ciudad a 4 horas de distancia.

Llegué al último día de rodaje agotada. Habíamos estado rodando 5 días, sólo con un día de descanso entre medias para recuperarnos, lo cual me era imprescindible para preparar las secuencias siguientes y arreglar el problema del sonido. Estaba estresada no sólo por todos los problemas con los que nos íbamos encontrando, sino también por la actitud de algunos de los miembros del equipo. En nuestra última localización, después de dos horas allí ni siquiera habíamos empezado a rodar. Estábamos recreando una escena que retrataba una sorpresa de cumpleaños al protagonista, y era difícil mantener las velas encendidas porque el equipo estaba tardando muchísimo en concentrarse y el pastel (que era tarta helada) estaba comenzando a derretirse. Era todo un desastre inmenso y sólo quería llorar. El equipo y los actores también estaban cansados, pero no era su corto, así que no les importaba tanto como a mí. Yo me estaba jugando poder tener la oportunidad de estudiar lo que me gustaba, de escapar del ambiente asfixiante con el que me había encontrado en el sistema educativo español: de ir a Estados Unidos a aprender aquello a lo que verdaderamente me quería dedicar, el cine. Pero para ello tenía que superar esta prueba. Me sentí completamente impotente porque estaba poniendo mucho esfuerzo en el corto, pero nadie parecía darse cuenta. Entonces me empecé a cuestionar si realmente merecía la pena. Me marché fuera de la casa donde rodábamos y comencé a sollozar. Dos de mis amigos salieron y les expliqué lo abrumada que me sentía, cómo la situación me superaba en todos los aspectos. Ellos me animaron, y me dieron fuerzas para volver a entrar y terminar el rodaje.

Al final conseguimos rodar algunas imágenes borrosas mientras el pastel se derretía en una masa viscosa de chocolate. Finalmente, el rodaje terminó y, por muy cliché que pueda sonar, me pregunté si el cine era realmente mi pasión después de lo duro que había resultado levantar este proyecto.

Después vino la postproducción. En el corte final, no podrás encontrar las escenas de la fiesta sorpresa. Cuando me puse a editar, me di cuenta de que quien quiera que hubiera hecho el sonido en esa escena, había enchufado el micrófono en el jack de los cascos y viceversa. Yo llevaba los cascos puestos en esa secuencia, pero entre todo el ruido y la presión, no me había dado cuenta de la falta de sonido. Lo que era cierto es que la escena había sido grabada sin audio.

De las 20 páginas del guión, sólo aproximadamente 12 aparecen en la versión final. Tuve que quitar muchas de las secuencias de la actriz que me dejó colgada porque ya no cobraban sentido en la historia.

Enseñé un premontaje a mi tía mientras montaba en la playa. Su comentario fue “¡Parece una película de verdad!” expresando cómo de sorprendida estaba por la pieza. No lo expresé, pero me llenó de satisfacción en aquel momento. Creo que conseguí probarle que era capaz de hacer un cortometraje, algo en lo que nadie de mi entorno familiar había creído en mí (excepto tal vez mi tía abuela quien me prestó su casa, aunque es verdad que tampoco se imaginaba en qué se metía). En realidad, incluso yo pensaba que fuera un milagro que estuviera terminado, pero por lo menos ya estaba hecho. Ahora tenía algo que mostrar, y la gente podría tomarme en serio.

He participado en muchos proyectos, pero estoy especialmente orgullosa de “Descubre tu lugar en el mundo” porque lo terminé. El acabarlo ya fue un logro en sí mismo. Creo que es muy importante terminar tus proyectos en vez de abandonarlos, incluso si crees que no son suficientemente buenos. En mi opinión, el perfeccionismo es una virtud hasta que demasiado se convierte en un defecto. Si hay un proyecto en el que estás trabajando que ya no te motiva, búscale una forma de darle un final, incluso si no era el que planeabas en un proyecto. Recomiendo esto por dos motivos: primero, porque es mejor tener algo malo para mostrar que no tener nada de nada, y segundo por respecto al equipo que ha participado con su trabajo en la obra.

Desde entonces, me he involucrado como productora o como guionista-directora en muchos cortometrajes. A través de ellos he vivido aventuras, atravesado problemas, he conocido a gente increíblemente talentosa y apasionada, y por fin he encontrado un equipo fantástico con el que me encanta trabajar.

Al final, no pude estudiar la universidad en Estados Unidos, y tampoco terminé por estudiar cine, pero eso no hizo que renunciase a mi pasión. Hoy me siento capaz porque estoy empezando a dedicarme al cine profesionalmente. He contribuido a crear una comunidad de cineastas en España, y he trabajado con equipos maravillosos, trabajando con creadores muy dispares: desde youtubers hasta multinacionales. Lo más importante, es que creo que ya he encontrado mi lugar en el mundo, que es a través del cine.  

Si quieres ver Descubre tu lugar el mundo lo puedes ver aquí: