Parte 2: "la búsqueda de editorial" Lo que aprendí de tratar de autopublicar mi primer libro

 

Contado en 3 partes, narro mi experiencia escribiendo mi primer libro, “Instinto Cineasta,” una guía de recursos para ayudar a cineastas a lanzar su carrera cinematográfica.

Puedes leer la parte 1 aquí

Antes incluso de terminar de escribir mi libro, hacia Julio de 2018, comencé a buscar editoriales. No sabía qué sería más beneficioso para mi libro, si autopublicarlo o ir a través de una editorial, pero quería tener toda la información en mi conocimiento para poder tomar una decisión reflexionada cuando llegase el momento. Un amigo editor me recomendó que buscase aquellas editoriales a las que les pudiera encajar mi libro, es decir, aquellas que tratasen sobre cine, arte, ensayo, etc. excluyendo las que no se adaptasen a mi perfil de libro. Elaboré un documento a modo base de datos, con correos a donde enviar una “propuesta editorial.” Si queréis podéis verla aquí.

Lo mandé a casi 50 direcciones de email de editoriales. En algunas de las webs donde los encontré ponía explícitamente que no podían dar una respuesta a peticiones editoriales debido al gran volumen de correos, y en otras me respondieron que no les interesaba en aquel momento:

A Editorial XXXXXX:
Me llamo Marieta Caballero y me gustaría enviarles una propuesta editorial. Provisionalmente titulada "Instinto Cineasta", es una guía de cine para jóvenes profesionales que se quieren adentrar en el sector cinematográfico. Os animo a que le echéis un vistazo
al dossier donde podréis encontrar los detalles de la propuesta.

Viendo lo que publicáis a través del catálogo de vuestra web, creo que puede interesaros por la temática de cine.

Tanto si os encaja como si no, agradezco tu respuesta.  

Muchas gracias por su tiempo,

No obstante, hubo un editor que sí se puso en contacto conmigo. Me escribió lo siguiente:

Hola: nos parece interesante el proyecto que nos propones. Nos gustaría hablarlo contigo. Puedes pasar mañana por la editorial sobre las 11.

Gracias y un saludo.”

En aquel momento cogí el teléfono y llamé a un amigo mío que es editor. Le pregunté por que me diera algún consejo, como qué era exactamente lo que debía llevar preparado a la reunión, o qué tipo de preguntas me iban a hacer. En definitiva, que me ayudase a determinar mis expectativas. Me comentó varias cosas, pero principalmente dos importantes: en primer lugar, que si me había dicho de vernos sería porque definitivamente estaban interesados en mi libro y me propondrían publicar con ellos. En segundo lugar, que no debía firmar nada de lo que me diesen en esta primera reunión, sino que debería llevarme a casa aquello que me planteasen para pensarlo y valorar todas mis posibilidades con tranquilidad.

Con esto en mente marché a la reunión. Traté de venderles el libro, cosa que no me resultó muy difícil ya que cuando hablo de algo que me apasiona, quienes conocen dicen que me brillan los ojos y meto el “piloto automático” y sólo pienso en transmitir. Eso sí, tenía muchas preguntas, específicamente sobre la cuestión de promoción digital, de especial importancia en mi proyecto dado que mis lectores se encuentran en redes sociales, especialmente en Instagram. Quería saber qué me podían ofrecer exactamente.

Transcurrida una media hora, el editor que me atendió planteó la pregunta casi como una afirmación: quería pasar a firmar en ese mismo momento. Además, me dijo que les interesaba que firmase ya porque al cabo de un par de días cerraba el plazo para una subvención de publicación de libros, a las que les interesaba entrar con mi proyecto. En ése momento cortocircuité. Recordé las palabras de mi amigo de que no debía firmar nada en aquel momento. Me puse un poco nerviosa, y dije algo así como que “no me lo esperaba tan pronto”, como que me había imaginado que tendríamos un “primer contacto” primero antes de proceder a firmar, ya que apenas había tenido tiempo de valorar el proyecto. Aparte, yo jamás había visto un contrato editorial, por lo que no sabía qué cosas hay que contemplar, tanto por la parte del editor como por la del escritor. Salí de aquella reunión quedando con él en que me lo pensaría y que al día siguiente nos llamaríamos.

Por un lado, era una gran oportunidad y el sueño de todo escritor: que te ofrezcan publicar tu libro. Por otro, no quería apresurarme, puesto que no sabía del todo si la editorial podía cubrir aquello que yo buscaba: cuidar el diseño (muy importante en éste caso, ya que al no ser una novela, sino una guía, corría el riesgo de quedar academicista) así como la cuestión de la promoción digital. Ante todo, no lo veía claro, porque no nos había dado tiempo a profundizar en las condiciones del contrato. Me mandaron un borrador para que lo leyese, y a partir de ahí podríamos negociar. Aparte, para poder firmar un contrato tenía que tener mi obra registrada y como aún no estaba del todo acabada y no me esperaba que el proceso de búsqueda de editor fuera tan rápido, aún no estaba hecho.

* * *

A la mañana siguiente me levanté temprano para acudir al Registro de la Propiedad Intelectual de la Calle Santa Catalina en Madrid. Tuve que hacer una gymkhana para imprimir una copia del libro antes de pasar por el registro, y una vez allí esperar. Tenía prisa porque iba a llegar tarde a una clase que tenía a las 12, y aún no había hablado con el editor para acordar en qué quedábamos. En el registro, el ordenador se bloqueó un par de veces y tuvimos que repetir el proceso, mientras me temblaba el pulso por los nervios y sudaba entre el estrés y el calor abrasante de Madrid en pleno Julio. Pero cuando salí del registro y llamé al editor, sucedió lo que yo temía: que se le quitaran las prisas.

De pronto, había cambiado de opinión. Me dijo que se tenía que pensar mejor la cuestión de la promoción digital (cosa que yo pensé que era muy razonable, y motivo por el cual también me sorprendió que tuviera un interés tan apresurado en comprometerse), y también que “no pasaba nada” si no llegábamos a esta subvención porque habría otra de la Comunidad de Madrid hacia finales de año. Hasta ese momento tenía miedo de que se echase para atrás, pero cuando sucedió me di cuenta de que realmente lo que sentí fue alivio. Era demasiado precipitado y no daba tiempo a evaluar por ninguna de las partes las condiciones.

Desde entonces seguimos en conversaciones y pareció que las condiciones que yo le planteaba le encajaban. Entre otras condiciones, tendría un 10% de los ingresos del libro y este porcentaje variaría en función del canal de venta, pero sería principalmente el estándar de los escritores. Luego me pidió que le enviase el manuscrito para que se lo leyera, y desde entonces no he sabido más de él.

Haz click aquí para descubrir qué sucedió después (parte 3).