Pedro Tamames, cineasta entre Nueva York y España

 

Pedro Tamames, director y actor

Pedro Tamames (Madrid, 1997) es un director de cine y cortometrajista que se ha formado como actor en Juan Codina, como artista en el Rhode Island School of Design y como cineasta en la Universidad de Nueva York. Originalmente habiendo comenzado su trayectoria como actor tanto en cortometrajes como series españolas, se decantó por situarse tras la cámara.  Ha dirigido varios cortometrajes, entre ellos su debut, “Bajar”, que le mereció el Premio al Jovencísimo Talento del Certamen de Jóvenes Creadores del Ayuntamiento de Madrid en la modalidad de cortometraje, “The Red Balloon, An Empire State Story” que se rodó en el edificio que describe su título, y “Quique”, su cortometraje de fin de grado. Su último cortometraje como director, Mamie, se encuentra actualmente en postproducción. 

A caballo entre Madrid y Nueva York, tras su graduación en 2022 se adentra al mercado laboral con vistas a encontrar un hueco en la industria. Hablamos de contrastes culturales, de la industria estadounidense y la española, de a dónde se dirigen sus películas y qué ha aprendido con una experiencia formativa tan variada y completa.

Hablamos de formarse como artista, sus aprendizajes en la Gran Manzana, y el contraste de industrias estadounidense y española como recién graduado de la escuela de cine.

Pedro, desde luego no has perdido el tiempo. ¿Cómo llegas a tener una trayectoria tan variada y atípica en el ámbito cinematográfico? 

Mi trayectoria es un poco rara porque empecé como actor y a su vez estudié el bachillerato de artes plásticas. Mi primera relación con el cine realmente fue a través del dibujo, del cómic, que está muy relacionado visualmente. Al principio quería dedicarme a eso, a hacer cómics. Luego empecé a hacer animaciones con stop motion, y a tontear con esa idea. Y a la vez empecé a hacer mucho teatro, y eso me gustó mucho. A medida que iba creciendo, vi que el cine era el punto de unión de todas las cosas que me gustaban: tenías la cosa visual del cómic, el movimiento de la animación y todo el rollo interpretativo y de trabajar en equipo del teatro. A través de la interpretación comencé a actuar en cortos, en series españolas, etc. y ese fue mi primer contacto con el cine. Cuando empecé a estudiarlo seriamente ya tenía ese bagaje. 

Obra de Pedro Tamames

Obra de Pedro Tamames.

Comencé a estudiar en el Rhode Island School of Design (RISD). Allí aprendí mucho en un primer año muy formativo: te mataban a dibujar, a esculpir, a hacer un montón de cosas; me abrió mucho la cabeza artísticamente. Sin embargo, el programa de cine que me esperaba el resto de cursos era más diverso y menos especializado. Me di cuenta de que aunque quería estudiar una formación artística global, si lo hacía no me iba a especializar en nada. Así que decidí transferir mi matrícula al programa de cine de la NYU (New York University), donde entré directamente en segundo. Fue como: “Vale, llevo toda la vida haciendo un poquito de todo, igual debería centrarme ya en algo al cien por cien”. 

¿Fue allí donde empezaste a dirigir tus propios cortometrajes?

Mi primer cortometraje se llama "Bajar”, el cual rodé en Madrid antes de entrar en NYU y por el que recibí el premio al Jovencísimo Talento del Ayuntamiento de Madrid del Certamen de Jóvenes creadores. Durante NYU rodé muchas cosas, entre ellas un cortometraje para el Empire State y mi tesis final, “Quique”, que actualmente está en recorrido por festivales. 

El equipo de The Red Baloon rodando en el Empire State. En el centro de la imagen, Pedro Tamames, director.

¿Cómo fue tu experiencia estudiando  en Nueva York? ¿El cambio de Rhode Island a Nueva York fue como te esperabas?

Fue un poco mal al principio, la verdad. El primer año y medio o dos me costaron. Como Nueva York es un sitio tan frenético y tan alienante, el hecho de no estar el primer año en la uni –de lo cual me alegro porque aprendí mucho más en RISD que en NYU en ese aspecto–  hizo que me perdiera todo el proceso en que la gente se conoce y se hacen amigos. Cuando llegué los grupos estaban ya formados, y entre que es una ciudad en la que es complicado quedar con gente y es una sociedad distinta a la española me costó un poco adaptarme. Aparte, algo que tenía RISD que no tenía NYU es que era una escuela muy rigurosa artísticamente, con profesores que te exigían mucho, que eran duros pero de los que aprendías mucho. NYU no tenía eso tanto. Al final estas universidades también son un negocio. Éramos 400 estudiantes por curso y se perdía la enseñanza más personalizada. 

Lo que pasa con NYU es que aprendí mucho por mi cuenta. Estar en Nueva York te mete en un ambiente muy dinámico y te abre muchas puertas, ocurren muchas cosas, como lo del Empire State, y aprendí bastante a través de eso. 

¿Qué es lo del Empire State? 

En la universidad gané un concurso de storyboarding para hacer un corto para el Empire State. E incluso mejor que ganar el concurso fue que gracias a ello mi equipo y yo pudimos grabar allí, y subir cincuenta mil veces gratis y ver desde allí el amanecer, con la excusa de grabar este mini corto.

Es bastante impresionante, debes sentirte orgulloso. 

Bueno, de lo que estoy orgulloso es que a la hora de entregar la pieza final los del Empire State nos quisieron cambiar varias cosas y cortar el corto de una manera que rompía nuestro trabajo creativo, sobre todo la aportación del músico. 

¿A qué te refieres?

Lo que pasó fue que les hice un storyboard y grabé el corto exactamente igual que el storyboard, que ellos habían aprobado desde hacía meses. Y la música estaba hecha milimétricamente para entrar plano a plano.  Cuando les enseñé el corto querían que cambiara el orden de montaje porque el orden original del storyboard no se correspondía  al orden de las plantas del edificio ¡pero eso en ningún momento nos habían dicho que fuera importante! Cuando lo cambié, la música quedaba fatal y perdía toda la sincronización. Pedí más tiempo para rehacer la música y me dijeron que no, que les mandara el corto ya. Se los mandé con un watermark gigante y no podían publicarlo, y se cabrearon muchísimo pero tuvieron que esperar a que lo termináramos bien y quedara con la música como tenía que quedar. Con el curro que había metido el compositor era como, “tío, medio año currando en esto para de pronto en una semana mandarlo todo a la mierda, pues no porque tenga prisa el cliente”. Es de las pocas veces de mi vida que he podido hacer eso, no sé cuántas veces podré permitírmelo frente a un cliente o un productor; pero en este caso lo hice y estoy contento de haberlo hecho.

Estas son el tipo de oportunidades de estar en Nueva York que te hacen callo. Si tuviese que recomendar a alguien ir a NYU sería para hacer el máster. La carrera me alegro de haberla hecho, pero es larga, es muy cara y es un poco insatisfactorio lo poco que aprendes para todo el tiempo que estás ahí. 

¿Qué oportunidades tienes en Estados Unidos cuando terminas la carrera?

Creo que cuando terminas la escuela las ofertas son  parecidas a las que tienes en España. La diferencia me parece que es la cantidad, que hay muchas más. Los puestos más creativos de dirección y guión son igual de complicados de sacar adelante. No conozco a nadie que termine la universidad y se ponga a dirigir largometrajes o que tengan un puesto como director o guionista. Los graduados de dirección y guión al terminar la carrera siempre están un poco a por uvas. Hay poco mercado para ese tipo de talentos nada más salir de la universidad. 

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Y en tu caso, ahora que has terminado la carrera, la gran pregunta: ¿qué vas a hacer? 

Ahora mismo estoy decantándome por quedarme en Nueva York —aunque sea una temporada— porque he estudiado la carrera ahí, tengo contactos ahí, y quiero intentar hacer una película ahí. En EEUU hay una industria independiente activa de cineastas haciendo películas de bajo presupuesto (con inversores privados) de la que se puede vivir. Para financiar tus proyectos también hay más vías ahí: es muy común buscar inversores para hacer películas porque ven el cine como un negocio. Tú tienes un guión, lo quieres dirigir, y aunque sea complicado, hay más caminos abiertos para acceder a financiación. Hay un ecosistema un poco más variado y dinámico.

Pedro Tamames con el elenco de “Quique” en una proyección del cortometraje.

Aún así, me estoy dando una ventana de tiempo. Si en dos o tres años veo que tiro para delante, guay, pero si no funciona me plantearé volver a España. 

¿Cómo es ser extranjero en esta industria?

Además de la barrera cultural, tienes una presión constante de hacer que estar ahí merezca la pena. Además, hay un afán competitivo de demostrar todo el rato que sí que vales. Por ejemplo, para el proceso de visado en el que estoy ahora no te vale con que tengas una oferta de empleo para quedarte en el país. Tienes que demostrar que eres un “artista excepcional”, que es como se llama tu categoría en el visado: haber ganado muchos premios, tener reconocimiento y prensa… y eso se te incita desde que empiezas a estudiar de una manera u otra. 

También hay una adicción al trabajo muy bestia, y una constante ansiedad de que tienes que hacer que tu tiempo allí haya merecido la pena. Es una ansiedad que no tengo en España. 

¿Con qué otras dificultades te has encontrado? 

Terminando la universidad conocí a un productor que se interesó mucho en mis proyectos. Yo conocía a muchos vendehumos y al principio me dio la sensación de ser uno más, pero quedamos a menudo y se empezó a comprometer con mis guiones. Desarrollamos una relación laboral, y como también es actor, se ofreció para actuar en algunos de los proyectos. Yo siempre estaba con la mosca detrás de la oreja por si ocurría algo raro, pero todo iba bastante bien.

Él producía largos de bajo presupuesto y quería hacer el siguiente conmigo. Nunca me llegué a ilusionar del todo porque siempre he sido muy escéptico y por mucho que esté desarrollando un largometraje, hasta que no tenga el cheque en mi mano no me creo que vaya a ocurrir. Aún así, el tío me prometía que mis películas podían ocurrir y después de casi año y medio trabajando juntos me lo empecé a creer un poco y desarrollé varios guiones. Y finalmente resultó ser un fraude. Trabajé en un largometraje que produjo él y dirigió un amigo suyo. Y ese largo fue un desastre en muchos sentidos, empezando por varios aspectos de explotación laboral por parte de este productor, que no quería pagar a la gente, que se volvió un auténtico cretino y la lió mucho. Y bueno, eso fue bastante horrible. Fue una experiencia bastante traumática porque además yo tenía un cargo con mucha responsabilidad.

Aguanté en este largometraje con estas condiciones porque estábamos preparando un corto que iba a financiar él para grabar justo después. Y una semana antes de grabar, con el reparto y el equipo ya cerrado, desapareció sin poner un duro. No he vuelto a saber nada de él.

Esa experiencia ha sido un poco bestia porque aunque durante los primeros seis meses que le conocí estaba muy a la defensiva, terminé por confiar en él.  Del roce nace el cariño, y él invertía un tiempo en mí que no es el de un vendehumos cualquiera. Pero se debió quedar sin pasta cuando iba a financiar el corto y desapareció del mapa. Me afectó bastante porque yo le consideraba un amigo, y al final ha sido como caer en una trampa muy mítica del cine, la del productor capullo que te la lía.  Pensaba que era más inteligente como para caer ahí, y mira que tomé precauciones y me rayé con el tío. Le presenté a gente de confianza para ver qué les parecía y con todo el mundo pasaba el test de decencia humana. Y eso me ha descolocado porque al terminar la universidad tenía la seguridad de, “bueno, igual no estoy petándolo como otros compañeros, pero tengo a este productor que está obsesionado con hacer una película conmigo”. Tenía la tranquilidad de ver algún tipo de futuro y eso ha desaparecido. 

Para cerrar diría que esta industria puede ser agresiva y hay mucho capullo por ahí suelto. También tiene cosas maravillosas, pero hay que saber andarse con un poco de cuidado y nunca dar nada por sentado.

¿Qué le dirías a tu yo del futuro?

Algo que estoy aprendiendo mucho este año es que no hay que obsesionarse tanto por el futuro y por el objetivo final que puede ser hacer un largometraje. Ahora mismo estoy un poco perdido laboralmente, pero sí que estoy contento de que las relaciones a mi alrededor y el día a día los tengo cuidados, y eso me nutre mucho. Mi carrera igual no está donde imaginé que estaría hace un año, pero mi vida personal está muy bien. Y estoy aprendiendo eso, a tomármelo con calma, que no hay ninguna prisa, y a perder un poco la obsesión por llegar a algún lado porque aunque cumpla mis objetivos estoy seguro de que no me van a garantizar la felicidad ni el futuro.

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